jueves, 7 de diciembre de 2017


REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD BICENTENARIA DE ARAGUA
VICERRECTORADO ACADÉMICO
DECANATO DE INVESTIGACIÓN, EXTENSIÓN Y POSTGRADO
SAN JOAQUÍN DE TURMERO – ESTADO ARAGUA


LA PAZ COMO DERECHO HUMANO Y EDUCATIVO


AUTORA: Díaz Johana



RESUMEN


La Paz es un proceso que debe estar presente en el desarrollo de la personalidad. Como proceso debe ser continuo y permanente, para enseñar a "aprender a vivir en la no violencia", y que confía en la creación de ámbitos de Justicia, Respeto, Tolerancia y Felicidad gradualmente más amplios. Diríamos que educativamente pretendemos un proceso de enseñanza-aprendizaje de la cultura de la paz que implica una ética personal y social fundamentada en la convivencia en libertad y en igualdad, es decir, plenamente democrática. Esta concepción se inspiraría en el respeto y reconocimiento de todos los convenios internacionales que reconocen los derechos humanos, favorecen un concepto internacionalista y global de la sociedad humana, se fundamentan en carácter intercultural y mundialista, pretenden el desarrollo de todos los pueblos y optan por el desarme como principio es por ello que se debe fomentar la paz, los derechos humanos de conformidad con la letra y el espíritu de la Carta de las Naciones Unidas, la Constitución de la UNESCO, la Declaración Universal de Derechos Humanos y otros documentos pertinentes, como la Convención sobre los Derechos del Niño y las convenciones sobre los derechos de la mujer, y de conformidad con la Recomendación sobre la educación para la comprensión, la cooperación y la paz internacionales y la educación relativa a los derechos humanos y las libertades fundamentales.

Palabras Claves: Educación, Paz, Violencia, Cultura, Derecho, Ética, Personalidad, felicidad.

  


PEACE AS A HUMAN AND EDUCATIONAL LAW



SUMMARY


Peace is a process that must be present in the development of the personality. As a process, it must be continuous and permanent, to teach "to learn to live in non-violence", and to trust in the creation of gradually broader areas of justice, respect, tolerance and happiness. We would say that educationally we intend a process of teaching-learning of the culture of peace that implies a personal and social ethic based on coexistence in freedom and equality, that is, fully democratic. This conception would be inspired by the respect and recognition of all international conventions that recognize human rights, favor an internationalist and global concept of human society, are based on intercultural and globalist character, seek the development of all peoples and opt for the Disarmament as a principle is why peace, human rights must be promoted in accordance with the letter and spirit of the Charter of the United Nations, the Constitution of UNESCO, the Universal Declaration of Human Rights and other relevant documents, such as the Convention on the Rights of the Child and conventions on the rights of women, and in accordance with the Recommendation on education for international understanding, cooperation and peace and education related to human rights and fundamental freedoms.

Key Words: Education, Peace, Violence, Culture, Law, Ethics, Personality, happiness.



Abogada De Libre Ejercicio, Egresada De La Universidad De Carabobo, Especialista En Derecho Laboral, Título Obtenido De La Universidad Rómulo Gallego, Magister En Derecho Laboral Título Obtenido De La Universidad Bicentenaria de Aragua (UBA)


INTRODUCCIÓN
           La Paz y los Derechos Humanos se han ido centrando cada vez más en el tema de educar para la resolución no violenta de los conflictos. Esto es un elemento diferenciador con respecto a las corrientes más intimistas, que entienden la paz como un estar bien consigo mismo, una no-guerra o un no conflicto.
            La educación hace que frunzan el ceño hasta los más escépticos. Lo que se entiende por persona, reflexividad, sentimientos, valores, expectativas y vida en sociedad, muestra  el calibre y los alcances de las distintas observaciones sobre lo que es la educación: son muchas las observaciones, aunque sólo un puñado logran germinar. Orientando la escalera al cielo, parece adecuado abordar la educación desde las armonías y el bien, que sin tapujos emanan y se alimentan del amor. Prescindiendo de religiones y dogmas en un medio completamente natural y material, sin estas esencias no hay forma de poder constatar que el milagro humano permanece y por momentos visualice futuros, teniendo en cuenta la paz es un derecho propio de cada ser humano.

            En un periodo de transición y de transformación acelerada caracterizado por la expresión de la intolerancia, las manifestaciones de odio racial y étnico, el recrudecimiento del terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, la discriminación, la guerra y la violencia hacia el “otro” y las disparidades cada vez mayores entre ricos y pobres, tanto en el plano internacional como en el nacional, las estrategias de acción deben apuntar a garantizar las libertades fundamentales, la paz, los derechos humanos y la democracia, y a fomentar al mismo tiempo el desarrollo económico y social sostenible y equitativo ya que se trata de componentes esenciales de la construcción de una cultura de paz. Esto exige la transformación de los estilos tradicionales de la acción educativa.


            La paz duradera es premisa y requisito para el ejercicio de todos los derechos y deberes humanos. No la paz del silencio, de los hombres y mujeres silenciosas, silenciadas. La paz de la libertad –y por tanto de leyes justas–, de la alegría, de la igualdad, de la solidaridad, donde todos los ciudadanos cuentan, conviven y comparten.

            Paz, desarrollo y democracia forman un triángulo interactivo. Los tres se requieren mutuamente. Sin democracia no hay desarrollo duradero: las disparidades se hacen insostenibles y se desemboca en la imposición y el dominio.

            En 1995, quincuagésimo aniversario de las Naciones Unidas y de la UNESCO, Año Internacional de la Tolerancia, recordamos con especial énfasis que sólo en la medida en que nos esforcemos cotidianamente en conocer mejor a los demás – ¡el “otro” soy yo!– y en respetarlos, conseguiremos tratar en sus orígenes la marginación, la indiferencia, el rencor, la animadversión. Sólo así lograremos romper el círculo vicioso que conduce a la afrenta, al enfrentamiento y al uso de la fuerza.

            Es por lo que se debe adoptar una cultura de paz, entendida como un proceso de construcción de comunidad, donde se fomenta mayor justicia y menor violencia, nos da elementos para replantear el mundo en que queremos vivir.
Para romper la espiral de violencia, se necesita atacar sus causas. Es decir, es necesario producir cambios estructurales y actitudinales en la sociedad. Cabe recordar que en la década de los sesenta y setenta, por no decir hasta la actualidad, los movimientos sociales querían acceder al poder y, desde ahí realizar cambios estructurales en la sociedad. La toma de las armas era parte de este razonamiento. Por otro lado, la iglesia tradicional intenta producir cambios en la sociedad a través de nuevas actitudes. Sin embargo, consideramos que es necesario producir cambios tanto actitudinales como estructurales, para construir una sociedad que viva una cultura de paz.

            Los cambios estructurales implican nuevas instituciones que estén al servicio de la gente; una nueva escuela que considere al niño y joven como ser humano y no como objeto al que hay que educar; un sistema judicial que garantice la realización de los derechos humanos; medios de comunicación que informen y no adiestren; una institución policial como agente social de servicio comunitario y no de represión; una iglesia que fomente una nueva espiritualidad al servicio de la vida; agencias multilaterales que permitan el bienestar común de la humanidad y que no estén al servicio de la acumulación del capital transnacional.

            Pero a la vez, ciudadanos que piensen que la realización humana pasa por mejorar la calidad de vida donde los bienes son instrumentos y no el fin para la realización humana; que somos parte de la naturaleza y que cualquier daño que le hacemos también nos afecta; que yo crezco humanamente si el otro crece.
Para Helio Gallardo, producir cambios estructurales significa trabajar en dos niveles: el primero, en cambios en las instituciones, es un trabajo en la política; mientras el segundo, para realizar cambios actitudinales, es un trabajo en lo político.

            Es necesario asumir una posición crítica frente a la exclusión social. Para el movimiento de la no-violencia, esta posición es el ejercicio de la objeción de conciencia, definida como el derecho que tiene todo ser humano de resistirse a colaborar con los sistemas que reproducen la violencia.

            Una forma de ejercer la objeción de conciencia es la no-violencia activa, como método y forma de vida. Al decir del Serpaj-Ecuador, “la no-violencia es una mística pero también es una estrategia alternativa a la contra violencia y la violencia estructural e institucionalizada”. Vista la no-violencia desde éste ángulo, debe responder a un proyecto político que sustente la estrategia, formas de organización masiva y de conducción que le estructuren y le den eficacia y contundencia.

            Por ende, esta lucha no es de un grupo social o un individuo, sino requiere de la mayor cantidad de seres humanos para producir cambios en los niveles enunciados anteriormente. Es por ello que se necesita un trabajo en y con todos los sectores de la sociedad.

La palabra no-violencia proviene de la traducción del término hindú "ahimsa". Los movimientos no-violentos europeos siempre han utilizado el término no-violencia como una sola palabra. La razón principal es la de explicar con total claridad que la opción no-violenta no supone una mera negación de la violencia directa, sino un proyecto positivo de transformación radical de la sociedad y de nosotros y nosotras mismas. El objetivo fundamental será acabar con la denominada violencia estructural haciendo de la coherencia entre fines y medios uno de sus elementos fundamentales.” (Paco Cascón)

            ¿Qué es más importante: estar en paz o construir la paz? De no creerlo, muchos de los participantes de los talleres de Serpaj, en una primera aproximación sobre la cultura de paz, asumen la primera posición. Sin lugar a dudas, los políticos, medios de comunicación, la escuela y otros canales han hecho creer que es mejor estar en paz, no meterse en problemas, mejor quedarse en casa, viendo la televisión u oyendo música tranquila (y tranquilizante).

            Esta versión negativa de la cultura de paz, que asume la paz como ausencia de guerra y conflicto, fomenta que las personas no enfrenten el conflicto, por ende, no asuman posiciones que cambien el status quo. Para el investigador de la paz Johan Galtung, el antónimo de la paz no es guerra sino violencia. Por consecuencia, la cultura de paz está relacionada con la eliminación de todas las formas de violencia. Serpaj América Latina define a la cultura de paz como un “proceso dinámico y colectivo que construye y fortalece valores, creencias, tradiciones y expresiones sociales que, por la fuerza del amor, promueven relaciones actitudes y acciones que respetan los derechos humanos generando inclusión, justicia, respeto, tolerancia, diversidad, equilibrio ambiental, y la búsqueda de la verdad, alterativa de la cultura de violencia y de dominación; que enfrenta los conflictos con procesos no violentos activos propiciando bienestar, felicidad y liberación, personal, socio-estructural y ecológica”.

            Entendida de esta forma, la paz tiene una relación vinculante con los derechos humanos y el desarrollo centrado en el ser humano. Por ende, la tarea de construir la cultura de paz requiere trabajar en varios niveles: el ético jurídico, ético político, el cultural y el económico.

            Todo esto pasa por una tarea educativa como estrategia esencial para lograr la construcción de un nuevo sentido común que permita seres humanos sensibilizados con la propuesta de la de paz.

La construcción de cultura de paz

            La cultura de paz es un horizonte utópico; lo importante en las actuales condiciones es la construcción de cultura de paz, como una tarea política que permita romper la espiral de la violencia y todas sus expresiones a través de la construcción de comunidad.

            La construcción de cultura de paz intenta que las personas o grupos sociales enfrenten los conflictos de manera no violenta, con el fin de que puedan cambiar las condiciones socio históricas que producen vulnerabilidad social, pero además de que las personas sean menos vulnerables. Frente a los procesos de ensimismamiento e individualismo que reproducen las prácticas de sobrevivencia individual, es necesario que la construcción de la paz, como manifiesta Gallardo fomente procesos que generen, sostengan y amplíen comunidad.

            La tarea pasa por la construcción de sujetos y actores sociales, entendida como la capacidad que tiene el ser humano para incidir en la realización de los derechos humanos, tanto generales como particulares. En esta tarea la educación para la paz y los derechos humanos juegan un papel estratégico como instrumento que fomenta la construcción de sujetos sociales que asuman una posición crítica frente a las situaciones de injusticia social.

            La paz y los derechos humanos el concepto educar viene de la palabra latina educere, que significa sacar de adentro hacia fuera. Es decir, un proceso, continúo de formación del ser humano en interrelación con el mundo que le rodea. Desde que nace, recibe estímulos que interioriza y que van dando forma a su carácter, sus valores éticos y estéticos, construyendo sentimientos, desarrollando habilidades y destrezas.

            La educación para la paz y los derechos humanos (EPDH) es un proceso continuo de articulación con las vivencias, creencias, conflictos y sentimientos que el ser humano tiene con el fin ponerlas en interrelación con los principios de la cultura de paz basados en el respecto, la justicia y la solidaridad. La EPDH busca despertar la indignación ética natural que tiene todo ser humano frente a las situaciones de violencia e injusticia, con el fin de que la persona ejerza el disenso, como manera de expresarse a las asimetrías sociales.

            Es decir, entendida como un proceso continuo, desde que nace hasta que se muere, la EPDH atraviesa a todos los ámbitos de la cotidianidad humana e incide en la interacción social, en el sistema de relaciones sociales, y en el sistema de valores que orientan a una sociedad determinada. Su objetivo es identificar los paradigmas culturales que promueven y generan violencia en las relaciones entre personas y grupos, fomentando así nuevas formas de interrelación basadas en reciprocidad, solidaridad y respeto que permitan recuperar un nuevo sentido de la vida. La EPDH permite la construcción de un nuevo sentido común, basado en la centralidad del ser humano y la naturaleza, fomenta la socialización de prácticas y valores culturales que puedan generar procesos empáticos entre los valores que se profesan y los que se practican.

            Partiendo del reconocimiento de la necesidad de hacer transformaciones en el ámbito actitudinal y estructural, con el fin de romper la espiral de la violencia, la EPDH brinda los elementos necesarios para la construcción de una espiral de la paz, apostando a la educación como elemento transformador.

Metodología de la educación para la paz como Derechos Humanos

            EL Instituto de Educación para la Paz (IDEAZ) para la construcción de su propuesta metodológica parte de la educación popular, se basa en la acción-reflexión-acción, pero incorpora un nuevo elemento de partida, el ser humano, el cual vive una serie de conflictos, los cuales necesitan un tratamiento para transformarlos y generar una nueva forma de relacionarnos hacia la construcción de personas e instituciones que sean capaces de vivir en forma ética, integrada, armónica y empática.

            La EPDH se basa en la metodología del sentir, pensar y actuar. Parte del sentir, porque da cuenta de que el ser humano no ha perdido su capacidad de indignarse éticamente a las injusticias. Tiene capacidad de asombro, de angustia cuando hay niños en la calle; mujeres Tomado de la propuesta metodológica del Instituto de Educación para la Paz, expuesta en el módulo básico de
Educación para la Paz y los Derechos Humanos.

            Principios de la Cultura de la Paz, propuesta política del IDEPAZ. Golpeadas y humilladas; ver a jóvenes que miran al futuro sin esperanza. Un ser humano que tiene la capacidad para asombrarse a los actos de belleza y de ternura que nos da la vida, todos esos sentimientos de odio, rabia, miedo, pena y sobretodo de amor, que dan cuenta de que existen seres que están vivos, que están presentes y que tienen capacidad para transformar este sentir, que enfrenta al otro como ser humano, para transformarse, recrear y proyectar la realidad, algunos educadores han denominado sensibilidad inteligente, o la inteligencia múltiple. No quedarse solamente en la racionalidad, que también es importante, pero toma en cuenta, otras dimensiones del ser humano. Como manifiesta el Padre Fernández, una “educación abierta a las preguntas fundamentales, la verdad, la belleza, el conflicto, el fracaso y la esperanza, abierta también a los saberes no racionales, como la intuición y la imaginación”.  Pero este sentir no tiene que quedarse sólo ahí: tiene que tener instrumentos para comprender, darle sentido a los sentires. Es decir, jerarquizar, analizar, comprender el porqué de las cosas. Que las personas tengan la capacidad de discernir, de pensar. La educación basada en los paradigmas de eficiencia y competitividad se basa en la uniformidad y la disciplina, en donde se repiten los contenidos de memoria. Castigamos los actos libres y la discrepancia. La educación da instrumentos para darle este sentido, una nueva sensibilidad social que permita comprender las cosas, aprender aprendiendo. En este proceso de discernimiento es necesario incorporar los valores, que tomen en cuenta a las actuales generaciones y las futuras, que el otro está en nosotros como manifiesta Octavio Paz.

            Si se queda solo en el sentir, formamos objetores con un nivel de conciencia ingenua, que sólo se indigna de las cosas y dicen no o si por simple repetición, sin ningún nivel de razonamiento, cuando un niño dice no por simple repetición o por llamar la atención. Cuando se discierne por qué se producen los procesos de injusticia, se está formando objetores que tienen un nivel de criticidad a las cosas, comprenden por qué se dan las injusticias, pero sólo se quedan mirando, sin hacer nada para que las cosas cambien. Por ello, es necesario generar un nuevo nivel en el proceso educativo que es el actuar.

            El actuar, desde las realidades concretas, despierta una nueva sensibilidad para la transformación social, identificando los paradigmas culturales que promueven y generan violencia en las relaciones entre personas y grupos, fomentando así nuevas formas de interrelación basadas en reciprocidad, solidaridad y respeto que permitan recuperar un nuevo sentido de la vida.
Fomentando procesos desde el ‘sentir-pensar-actuar’ formamos objetores de conciencia, el cual permite no sólo oponerse, o tener algún nivel de disenso, sino que genera procesos de transformación social, tanto en el ámbito actitudinal y estructural, con el fin de romper la espiral de la violencia y brindar elementos necesarios para la construcción de una espiral de la paz.

            Lo anterior significa que las personas, sólo por el hecho de nacer, tienen una serie de derechos que son los mismos en cualquier lugar del mundo, independientemente de la posición económica, religión, sexo, orientación sexual, color de piel, entre otros. Estos derechos están recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 217 A del 10 de diciembre de 1.948.

            La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) los define como “los privilegios y las libertades que tiene toda persona y que están presentes en muchos aspectos de nuestra vida diaria. Protegen nuestra vida, libertad, igualdad, seguridad e integridad como seres humanos” (Beltrán Gaos, 2005). Finalmente, también es preciso decir que los derechos humanos son todos aquellos que se encuentran recogidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), así como los reconocidos por cada Estado en su ordenamiento jurídico y en los tratados internacionales ratificados.

            La educación es la clave para esta perentoria inflexión del rumbo actual del mundo, que agranda la distancia que nos separa en bienes materiales y en saberes, en lugar de estrecharla. Invertir en educación no es tan sólo atender un derecho fundamental sino construir la paz y el progreso de los pueblos. Educación para todos, por todos, durante toda la vida: éste es el gran desafío. Desafío que no admite dilaciones. Cada niño es el más importante patrimonio a salvaguardar.

            La UNESCO protege toda la herencia: el patrimonio espiritual, intangible, frágil. El patrimonio genético y muy particularmente, el ético. Estos valores esenciales, universales, que nuestra Constitución establece con tan inspirada claridad. Si de verdad creemos que cada niño es nuestro niño, entonces tenemos que cambiar radicalmente los puntos de referencia de la “globalización” actual. Y el rostro humano debe aparecer como destinatario y protagonista de toda política y toda estrategia.
            Un sistema se hundió en 1989 porque, basado en la igualdad, se olvidó de la libertad. El sistema presente, basado en la libertad, correrá igual suerte si se olvida de la igualdad. Y de la solidaridad. El estrépito de la caída del “telón de acero” ha impedido escuchar el temblor que recorre los cimientos del mundo “vencedor” de la Guerra Fría. Tenemos pues, por virtud y por interés, que redoblar en todos los ámbitos la lucha contra la exclusión y la marginalización. Todos  deben sentirse implicados.

            Todos deben contribuir a facilitar la gran transición desde la razón de la fuerza a la fuerza de la razón; de la opresión al diálogo; del aislamiento Declaración sobre el Genoma Humano, elaborada por el Comité Mundial de Bioética, que se presentará a la Conferencia General de octubre de 1997. a la interacción y la convivencia pacífica. Pero, primero, vivir. Y dar sentido a la vida. Erradicar la violencia: he aquí nuestra resolución.

            Evitar la violencia y la imposición yendo, como antes indicaba, a las fuentes mismas del rencor, la radicalización, el dogmatismo, el fatalismo. La pobreza, la ignorancia, la discriminación, la exclusión son formas de violencia que pueden conducir aunque no la justifiquen nunca a la agresión, al uso de la fuerza, a la acción fratricida. Una conciencia de paz  para la convivencia, para la ciencia y sus aplicaciones– no se genera de la noche a la mañana ni se impone por decreto. Se va fraguando en el regreso después de la decepción del materialismo y del servilismo al mercado a la libertad de pensar y actuar, sin fingimientos, a la austeridad, a la fuerza indomable del espíritu, clave para la paz y para la guerra, como establecieron los fundadores de la UNESCO. La ciencia siempre es positiva. Pero no lo son siempre sus aplicaciones. Los avances de la técnica y del conocimiento pueden servir para enriquecer o para empobrecer la vida de los seres humanos; pueden ayudarles a desplegar su identidad y a multiplicar su capacidad o, por el contrario, pueden usarse para usurpar la personalidad y embrutecer el talento humano. Sólo la conciencia, que es responsabilidad y por ello es ética y es moral– puede dar buen uso a los artefactos de la razón. La conciencia debe alcanzar y conducir a la razón.

Por todos lo antes expuesto se puede ver como la paz forma parte fundamental de los derechos que son pro pio de cada ser humano y que para crear una transformación en el entorno se debe educar para la paz

CONCLUSION

            Lo más importante, por encima del Estado y del mercado, es la persona humana, por lo que todo aquello que contribuya a que cada ser sea más persona humana se encuentra en la dirección de resolver los problemas de fondo de nuestro tiempo y de nuestros pueblos. Para el logro de lo anterior, necesitamos trabajar intensamente, desde edades tempranas, en la educación y formación en Derechos Humanos de manera que los integrantes de la comunidad educativa en el nivel básico no sólo conozcan, sino que interioricen, los Derechos Humanos como una forma de vida y sobre todo, se mantengan vigilantes, activos y comprometidos en su promoción y defensa.

            La escuela constituye un importante espacio de aprendizaje, promoción y aplicación concreta de los Derechos Humanos. La educación en y para los Derechos Humanos es una herramienta fundamental que permite prevenir las violaciones de estos los derechos, lo cual supone fomentar conductas y actitudes sustentadas en el diálogo, la tolerancia, la solidaridad, la cooperación y el respeto. Si construimos escuelas en donde los derechos humanos sean conocidos por todos los integrantes de la comunidad educativa, convirtiéndose así en responsabilidad de todos, la educación en derechos humanos desempeñará en el mediano y largo plazo un papel importante en la prevención y protección de los mismos.

            Es por lo que en el sistema educativo se debe desarrollar y fortalecer actitudes de respeto, solidaridad, tolerancia, aceptación, identidad y cooperación. La relación fundamental entre responsabilidades y derechos humanos debe estar presente en todos los niveles del proceso educativo. A continuación se proporcionan algunos temas que pueden incorporarse en diversas asignaturas, niveles y edades. Se recomiendan sobre todo en la educación primaria.


REFERENCIAS

Departamento de Ciencias de la Educación, Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”. (1999). El Salvador: Instituto Interamericano de Derechos Humanos.

Declaracion de la 44 Reunion de conferencia internacional de Educacion. Ginebra Octubre 1994.

García, M. (2013). “La construcción de la paz mediante la educación. Hacia el diseño de un instrumento de indicadores”. Perspectivas Educativas, Ibagué, Maestría en Educación de la Universidad de Tolima , Volumen 6 (enero-diciembre).

Naciones Unidas. (19 de diciembre de 2011). Declaración sobre Educación y formación en materia de derechos humanos. Aprobada por la Asamblea General. (A/66/457). From http://www2.ohchr.
org/spanish/issues/education/training/UNDHREducation- Training.htm.


Derechos Humanos Y Educación Para La Paz Universidad Iberoamericana Victoria Ocejo Y Ana Paula Hernández Romano (Coords.)

2 comentarios:

  1. Buenas noches Johana, una explicación rica en los fundamentos internacionales acerca de la Paz que permiten reflexionar desde esta perspectiva. Considero que la rica relación que existe entre los derechos humanos y la paz ha conducido en los últimos años a una reclamación de la paz como un nuevo derecho humano.
    Según el Diccionario de Acción Humanitaria afirma que un concepto de paz que no se limita a definirla como la mera ausencia de guerra, los derechos humanos ocupan un lugar esencial en el concepto actual de paz entendida como paz positiva.
    En virtud de esta nueva comprensión de la paz, desde diferentes instancias incluyendo la educativa, entre las que destaca la UNESCO, La relación estrecha y creciente entre la paz y los derechos humanos se ha puesto de manifiesto fundamentalmente a partir de los horrores de la II Guerra Mundial, y con la creación de las naciones unidas y la aprobación de su Carta en 1945.
    Es por ello, que los educadores tenemos un compromiso innegable en el fortalecimiento de la Cultura e Paz en la escuela.

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  2. Buenas Noches, los entornos socioeducativos deben garantizar condiciones para el fortalecimiento de derechos humanos y educativos, es evidente que mediante mas se satisfagan las necesidades existenciales y cognoscitivas mas habra posibilidad de sociego en estos entornos de integracion y accion.

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